La escritura nos enfrenta siempre a un vacío, a un hueco que tiene la apariencia de la soledad, del fondo nublado y abismal. Pero en el momento en el que el sentido de la inspiración comienza a crear un modo de ser y una manera de manifestarse, la expresión encuentra un cauce sobre el cual desplegarse. La neblina comienza a desaparecer y se definen ciertos lugares expresivos de una sensación, de un presentimiento. La forma que se le da a ello depende de nuestras sensibilidades y perspectivas. ¿Pero que sucede si esa inspiración que permite desarrollar un texto no aparece? Los ejercicios para ello son varios pero el más beneficioso y aquel que destraba aquella sensación de vacío ante la página en blanco es el que describiré a continuación. En primer lugar, busca y comunicate con cinco personas distintas que puedan decirte las primeras tres palabras que se les vengan a la mente. Ahora podes comenzar tu texto como un fluir de la conciencia, un relato ficticio o bajo la forma que más sencilla te resulte en ese momento. Cada línea debe tener una de esas palabras que te dijeron. Así tendrás un nuevo texto, que podrá pulirse, enriquecerse y corregirse.
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