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En una ráfaga de luz

No pertenece mas que a la vida, y muy poco a si mismo. Porque entre los días de sol y la lluvia que cae existen segundos traslúcidos de desilusión y armonía. Nunca sintió que el equilibrio de su mente fuera motivo de felicidad, ni muchos menos de tranquilidad. Se durmió en una ráfaga de tiempo de luz de espacio de vida. No despertó. Nunca mas. Ni acá ni en el cielo de los infiernos o en el alma de algún mortal. No hubo recuerdo ni memoria, era carne fría y desolada. Nunca nadie se preguntó por sus incómodos rituales que intentaban llegar a la muerte súbita, no preguntaron por su dolor en la piel y hasta en el fondo del pecho, pero menos aún si quiera una sola persona se había preguntado por la afección que sentía por la vida y por el llanto, por la admiración hacia los restos que la sociedad deja sin respuesta, por complacerse cuando no lo mereciera. Nunca nadie se preguntó su nombre, su sentido de pertenencia, su necesidad de identidad. Nunca nadie jamás. ¿Cuantas noches más sucumbirán cómo está? 



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